viernes, 29 de abril de 2011

Malasombra en la Vega del Inglés

 

Malasombra en la Vega del Inglés.

Apareció en Peque por allá por los años sesenta del siglo XX un extraño personaje: sombrero gardeliano, vestido de paño, de origen inglés; corbata y pisa corbata, mancornas y reloj con leontina, amén de zapatillas ¨encharoladas¨.

Con mucha elegancia y a la manera de los dignatarios de las altas, cortes llevaba en su mano derecha, apretado a su cuerpo, uno de esos códigos que en Colombia abundan.  Salía de la única pensión de la plaza y se dirigía a la alcaldía, a donde llegó, a tomar posesión del importante cargo de Inspector del Corregimiento de la Vega del Inglés, rodeado de la algarabía de los muchachos de la escuela y abrazado por bobo del pueblo, que no lo dejaba zafar.

Preguntado por el señor alcalde, acerca de la elegante indumentaria, innecesaria en tierra de indios y gente humilde respondió, que era su primer cargo en la administración pública, que se preparaba para altas dignidades y que la primera impresión era la que valía.

Nuestra historia empieza, en una de las oficinas del viejo Palacio de Calibío de la ciudad de Medellín, a donde acudía diariamente el ahora inspector,  a reclamar del gobernador, le premiara   su abolengo y merito político con una ¨coloca¨.

Se  disculpó el señor gobernador, por medio de un subalterno, de lo retirado, lo pobre y desconocido del lugar de trabajo, argumentando, que le recomendaba empezar en ese sencillo caserío, dada la poca experiencia para esos menesteres del nuevo funcionario, a quien no quería quemar con un cargo complicado, pues lo tenía   destinado para grandes cosas. Le recomendaba eso sí, aprovechar al máximo este retiro para estudiar.

Pensando que Abraham Lincon y Marco Fidel Suarez, también habían empezado de cero, se consoló nuestro inspector.

Manifestó el funcionario de la gobernación, que tanto lo apreciaba el señor gobernador, que lo autorizaba para conseguir un secretario de inspección a su amaño y de su entera confianza, por no decirle que nadie se le había querido apuntar a ese ¨chicharrón¨.

Después de perder quince días, ofreciendo a ¨cuanto perro o gato¨ se encontraba, terminó el Inspector por aceptar la recomendación del Mono Pequillo, conocedor como el que más, de todos   los vagos andinos que vivían en Medellín.

Aseguraba Pequillo que el único, que de pronto se le apuntaba  viajar a ese destierro era Malasombra. Quien de paso era Liberal, ideal para cumplir con el requisito de la paridad política obligatoria en esos tiempos de Frente Nacional.

Malasombra, por ese entonces era un motañero aventajado en el conocimiento de los vericuetos y marullas de la Tacita de Plata y como tal, estaba dedicado  atender a cuanto ¨uñiparado¨ con platica aparecía, con la disculpa de protegerlo, de ladrones y demás peligros que amenazaban en la Villa. Los asesoraba en inversiones, ya fuera en vehículos, casas, edificios y negocios, en todas las cuales se ¨jactaba¨ de ser el más versado y de lo cual recibía merecidas comisiones.

De paso, se bebía al feligrés en los mejores sitios de la ciudad, tales como la Curva del Bosque, las Camelias y la fonda de Marta Pintuco. Si la víctima estaba bien caleta, se hacía acreedor a un paseo a jugar dado a la Raya, donde Malasombra tenía unos amigos ¨muy honrados¨. De allí salía el pobre montañero, limpio como ¨culo de angelito¨ y listo para volver  a la provincia  de origen.

Pocos alcanzaron la dignidad de asistir a gallos en Cantaclaro, pues este lugar estaba destinado a la ¨creme y nata¨ de Medellín, para lo cual, no ayudaba el poco honorifico título, de hijo del olvidado pueblito de San José de Andes, que ostentaba el comisionista. Debo aclarar que  el citado corregimiento de Andes ha sido famoso por ser cuna de personajes de regulares mañas. Muy buenos amigos: pero de lo ajeno. 

No fue fácil para el inspector, convencer a Malasombra para que lo acompañara. Hubo necesidad de acudir a todo tipo de argumentos: de parentesco, amistad, paisanaje y de conveniencia. Si el inspector llagaba a ser alcalde, el secretario lo sería de gobierno municipal, para envidia de los  patos de San Fernando, Ganadero y la Bastilla. Se comprometió además a que el sueldo lo partirían en iguales cantidades.

Le hizo caer en cuenta además, de que en el negocio de atender montaraces, le habían puesto una seria competencia El Pájaro Azul, Bernardo Herrera y Millón y Medio. Paisanos suyos más ¨carretudos¨, mejor relacionados, pero sobre todo, se lo llevaban en los cachos, con su vestimenta a lo Dandy, con la cual mandaban la parada en elegancia, en la Medellín de la época.

A tal punto insistió el Inspector, que en alguna ocasión, Gabriel Arango y Libardo Sierra le recomendaron que  no le  rogara más, que hiciera valer su autoridad  y se lo llevara detenido.

Pedro María Escobar le advirtió al posible secretario: yo se que vos con esos dados cargados "sos más peligroso que un chocolate crudo"… pero ojo que por allá te comen vivo.




Malasombra sacó toda su artillería: que eso quedaba tres jornadas a pie mas allá de la pm, que los micos se morían de aburrición...pero especialmente, que no podía suspender un tratamiento para una enfermedad que sufría en las ¨partes nobles¨, por usarlas en sitios vulgares, la cual ya le había hecho acreedor al cariño de todas las enfermeras y médicos del Instituto Profiláctico de Antioquia. Donde además, el señor director lo esperaba diariamente,
para invitarlo a tomar tinto y disfrutar de la agradable conversa de nuestro protagonista.

A esto último le respondieron el inspector y sus amigos que precisamente  la Vega del Inglés seria propicia, a falta de  damiselas para una cura definitiva.

De todas maneras, sin saber que inclinó la balanza en favor del viaje, una  lluviosa noche, resultaron los dos personajes en un camión de escalera, que los descargó en Uramita.

Se enrolaron en una caravana hasta  Juntas, a donde llegó Malasombra con los pies ampollados y llenos de peladuras, pues no se le tenían en las abarcas a causa del pantano.

Allí se adelantó el guía, alcanzó un arriero que ya había partido y lo convenció para que devolviera dos mulas, para llevar a los ilustres personajes.

Entonces fue la primera discrepancia: pues Malasombra decía, que si iban a ocupar una mula, con el baúl para ¨el flux¨, que llevaba el Inspector para su posesión, que él no caminaría. El problema se solucionó con prestarle la mula a la máxima autoridad solamente al hacer su ingreso al pueblo. El resto del camino lo hizo a pie el señor inspector, pues ni por el verraco se iba a posesionar vestido de civil como un montañero cualquiera.

A poco andar, encontraron un cuadro que sólo Cervantes hubiera descrito en todos sus detalles: Un grupo de policías campesinos conducía hacia la Colonia Penal Agrícola de Antadó, a varios detenidos en acalorada trifulca, pues los reclusos se negaban a avanzar,si no les daban más comida y los policías explicaban, que era lo único que podían ofrecer,con veintidós centavos diarios de viáticos, que el gobierno pagaba por cada recluso.

Como el tenebroso bandido,  Félix Caldas se tiró al suelo y se negó a avanzar, lo amarraron de pies y manos lo colgaron de una vara larga y siguieron con él, un policía adelante y otro atrás, relevando aquel a quien la vara pelaba los hombros.

Así llegaron después de larga jornada: el Inspector a horcajadas encima de la enjalma y Malasombra,  pegado de la cola y caminando como Chencha a causa de las peladuras y ampollas.


En la pesebrera del arriero, pasaron nuestros dos angelitos el primer día, sobre esteras, entre enjalmas y aparejos. Acompañados de ratones y niguas durmieron hasta bien entrado el día siguiente, que se levantaron a tomar razón de la oficina.

Sus antecesores iban lejos, pero dejaron una señora vecina con el inventario:
Un revolver sin tambor y una peinilla oxidada eran las armas de dotación, una máquina de escribir vieja, una mesa con la mitad del tablero quemada, además de un cuadro muy común por la época, que representa  la puerta de entrada a los infiernos, con el letrero que parecía premonitorio para la situación de nuestros amigos  PERDED TODA ESPERNZA.

El paso siguiente fue conseguir vivienda. Se acomodaron en una pequeña pieza, con una ventana que si se abría los mataba el frio y si se cerraba se volvía insoportable por los estragos que hacía en el estómago de nuestros amigos, la casi única comida del lugar: frisoles.

Ya instalados, procedió el señor inspector a viajar a su posesión. Lo cual aprovecho  Malasombra para conocer unos  cuartos para jugar dado y los lugares de pesca de la quebrada que pasaba cerca. Esto, a pesar de las múltiples recomendaciones del Inspector, de que avanzara en el estudio del Código, como preparación para el futuro cargo de Secretario de Gobierno Municipal.

La primera actividad de carácter oficial, que el señor inspector se propuso, fue adelantar una requisa, Malasombra se puso la mano en la cabeza y le dijo que como se le ocurría torear esa medio ¨carajadita¨ de bandidos que había allá. Finalmente accedió el avispado secretario, a adelantar la diligencia, pero le dijo al señor Inspector que se quedara en la puerta de la cantina, para que no se fuera volar ninguno, mientras él, que era experto en esos temas adelantaba la requisa:

Corra esa peinilla para atrás que no se la vaya a ver el Inspector, le dijo a uno, envuelva mejor ese cuchillo que nos encartamos con ese viejo de la puerta, le dijo al otro, encalete ese revólver entre la mesa y así sucesivamente… todo muy bien señor Inspector…. este es un pueblo de paz, ninguna novedad.  

Enterados, de que en la única parte que se conseguía carne de res, era en la Colonia Penal, procedieron a organizar visita oficial y saludo, al Señor director Baltazar González, de elevado y apuesto porte militar, recias y firmes costumbres godas, quien de inmediato filó a todos los reclusos, para rendirle homenaje a tan ilustres visitantes, pues perdonó a Malasombra su condición de Manzanillo, dadas las calidades Azulejas del señor Inspector.



Se informaron de las dificultades de los detenidos, pues si bien producían abundante comida, la ropa era tan escaza, que les tocaba salir a trabajar casi desnudos y cuando quedaban en libertad, tenían que esperar a los que ingresaban para apoderarse de sus ropas y poder salir vestidos.
Un doble cerrojo en pasos obligados, conocido por los policías campesinos, hacía imposible cualquier intento de fuga.

La visita terminó con el esperado compromiso, de envío semanal de la remesa de carne, que se cumplió hasta el final, pues don Baltazar era hombre de palabra.         

Rápidamente, el señor inspector se dio cuenta, de que la única niña ¨floja de cascos¨ era la moza de un policía. Resolvió entonces enviarlo a Peque, con el ficticio encargo de esperar el decreto que elevaba a la Vega del Inglés a la categoría de Municipio. Mejor dicho lo mandó por el ¨tenete allᨠcomo decía mi tia Mirian.

El Inspector se acicaló con la muchareja, pero allí también hizo Malasombra valer sus derechos. ¿Como la vas a dejar pa´ vos solo? Me la deja dos días a mí, a me largo. El señor Inspector entró en ¨pico y placa¨ sexual Martes y Viernes.

La desgracia consistió, en que al parecer la niña se burlaba de las máximas autoridades y rápidamente, toda la población resultó contagiada de la enfermedad en las partes nobles.    

Muy anunciada era la visita mensual de las autoridades a casa de las hermanas Arango la ¨Jay¨ del corregimiento, que los invitaban a tomar el algo, después de que llegaba la mulada con la remesa. Dice Malasombra que “no daban nada”, sólo vino Cinzzano y galleticas de soda.

La proximidad la visita pastoral de Monseñor Builes, era anunciada a todos los habitantes, por el retiro de vacas, caballos y gallinas de la Iglesia para su aseo. Aparecía el ilustre Prelado en su elegante mula, repartiendo bendiciones a unos e increpando a los liberales a pronta conversión.

Después de confesar a tres o cuatro feligreses, se paro enardecido del confesionario. ¿Cuál enfermedad en las partes nobles? Aquí lo que hay es una gonorrea la verraca y de inmediato envió la orden a Ituango, para el envío urgente de una Brigada de Salud.

Terminó Monseñor visita con misa solemne, amenaza de fuego eterno para los que continuaran en el pecado y la recomendación para el voto azul en la siguiente contienda electoral, si no querían ver todo el país en el infierno por culpa de los manzanillos.    

La brigada de de salud examinó uno a uno a los feligreses y aplicó inyecciones de Bismuto a todos los contagiados. Malasombra dada la gravedad de su infección crónica, fue trasladado a Ituango, para un tratamiento de diez días.

Tan dolorosas eran las inyecciones, que todavía se le vienen las lágrimas recordándolas. Pero le curaron la enfermedad y los ¨relinchos¨ para terminar siendo el hombre fiel a su mujer, que todavía es.

La aventura empezó su final, cuando leyó nuestro inspector, un pedazo de periódico, en los que llegaba envuelta la mercancía para la tienda de abarrotes y que nuestros dos personajes, recogían juiciosamente a falta de radio y televisión para enterarse de lo que ocurría más allá de su destierro.

El país rebozaba de júbilo con el presidente Carlos Lleras Restrepo, que golpeando con el índice derecho su reloj, mandó a dormir al país entero. Mano fuerte es lo que necesita este país, pensó nuestro funcionario.

Al regreso de su siguiente viaje a Peque, a cobrar el sueldo y muy a pesar de las reiteradas recomendaciones de beber ciencia en el Código, encontró a Malasombra y sus amigos bebiendo, pero aguardiente y jugando dado en la Inspección.

!Quedan todos detenidos!  Exclamó.
Trató de recoger los dados, pero Malasombra lo atajó.
No vas a tocar esos dados viejo hijueputa y dame mi sueldo que me largo.
Esto que oye el Inspector y se lanza de rodillas a abrazarlo, ¿cómo me vas a dejar si sos mi hermano?
¿Qué va a decir tu mamá cuando te vea llegar sin mí?
Levántese, deje de ser llorón viejo ¨sistmático¨.
No me levanto de aquí, hasta que no me prometa que no vas a suspender esta carrera tan linda que llevamos.

A regañadientes y por pena de los otros compañeros de juerga, tuvo que aceptar a decirle que no se iba.

A las cuatro de la mañana del siguiente día, empezó nuestro hombre a empacar. Conocedor el Inspector de lo ¨rascapulgas¨ y resuelto que era Malasombra, le dijo que lo esperara a presentar la renuncia y a despedirse que él también se iba. Pero la recua ya salía y no hubo ¨tutía¨.

El Inspector miró melancólicamente y por última vez el baúl con el vestido y después a Malasombra. Rápidamente éste se le adelantó: ¡deje esas ¨mechas¨ ahí. Eso ya está pasado de moda. Y además… usted no va a ser alcalde en ninguna parte!


P.S.

El Inspector de marras terminó jubilado como secretario de un importante Banco de Medellín.

El Secretario vive rodeado del cariño de su señora, su familia y sus amigos en un pequeño pueblo de Antioquia, a donde acuden turistas de todo el mundo a conocer el simpático personaje protagonista de tan entretenidas aventuras.

Benicio Uribe E.

Medellín Julio 27 de 2009.

miércoles, 27 de abril de 2011

Los cuentos de Lucio Marín.
San Carlos, municipio del Sureste u Oriente lejano de Antioquia, fue en sus comienzos, bodega y posada para arrieros que se desplazaban de Puerto Nare en el Magdalena Medio a Medellín y viceversa. Rico en maderas, el comino la más codiciada de ellas; de sus bosques salió, mucha para las traviesas, de las primera líneas de los Ferrocarriles Nacionales y para construcción y ebanistería de todo el país.
Puede considerarse además, junto con San Luis, la primera avanzada de los habitantes del Valle de San Nicolás y Marinilla, en el Magdalena Medio.
Las bodegas, el transporte en bueyes, el comercio y la ganadería permitieron la acumulación de riqueza necesaria para la cimentación de un municipio próspero y pacífico.
Pero como he dicho siempre: “a los paisas viejos debieron de haberlos capado”, vino una generación de hijos calaveras, que se dedicó a “vivir del impulso”, a consumir la riqueza acumulada con el sudor y la verraquera de los viejos, de todas las formas posibles.
Se dedicaron pues, en su juventud, quienes más adelante, serían aventajados empresarios en otras regiones, a la parranda, las riñas de gallo, las cabalgatas, el juego de dado, el baile y las serenatas, de todo lo cual se curaban bañándose en sus hermosos ríos, acompañados del infaltable sancocho de gallina y el aguardiente.
Pero Chucho, que parece que fuera envidioso y además los quería castigar, mandó la guerrilla, a que los “ventiara” de ese paraíso. No lo quiso hacer personalmente como a Adán y Eva, porque eso todavía se lo sacan en cara.
Y fueron desfilando Toño Restrepo, Lucio Marín, Muñeco ( Abrahan Garcia )  los hermanos Alfonso, Jesús y Manuel Ramírez, Carlos Guarín y los Parra, con Julio a la cabeza. Cuando estos últimos salieron dejaron un vacio inmenso en el pueblo. ¡Pues claro si eran como mil y la mama!
Toño, montañero de más salida y graduado como arriero de mulas, cayó al Jardín hoy corregimiento de Cáceres y se “encabó” arrastrando maderas, especialmente estacones para las fincas, que los ganaderos antioqueños empezaban a abrir, estimulados por la apertura de la carretera a la Costa, la novedosa yaragua Uribe y la candela.
Pronto Toño consiguió coteja. Lo encantó con su “labia” ,Jorge Mejía, desterrado de Ciudad Bolívar, pues después de la “machacada” que Papineda, le pegó  en el Barrio. No se aguantó las burlas de todos los patos, encabezados por el inolvidable Grillín ( Julio Martín Uribe ) que en agradables versos, narró el convulsionado e histórico episodio.
Era Jorge, el Negro, como lo llamábamos los amigos, un excelente conversador, amplio y muy atento. Juntos en la finca Dinamarca, que compraron en compañía, organizaron la acogedora embajada de los paisas, en el Bajo Cauca.
Tras las huellas de Toño, llegaron muchos de los desplazados de San Carlos y de otras partes. La Pequeña Lulú, Alberto Peláez, Efrén Montoya, Jesús Viera, Cristobal Mejía, Pedro Villa, Carlos Uribe y muchos más.
Visitantes ocasionales ilustres y no tanto fueron: don Ernesto Garcez, Carlos Trujillo, Alberto Uribe, Pablito Tamayo, Raúl Ochoa "la Mama", el Brujo Oscar Vélez, Augusto Alvarez, los Velásquez (Raúl,Guillermo y Octavio) en fín la "flor y nata de la boñiga antioqueña", en su diáspora hacia las tierras llanas y calientes del Norte de Colombia.
Pero allá también les llegó, la delincuencia y después de “toriarla” muchos años, hoy viven su retiro, recordando sus buenos tiempos en los “tintiaderos de Medellín”. En agradables tertulias presididas por el patriarcal Toño.  Que con la edad cogió “carita de yonofui”.
Cuenta Lucio, que en alguna ocasión estaba Manuel Ramírez con su padre Luis, en la carnicería de la plaza y llegó un campesino a ofrecerle unos marranos gordos que tenía en El Jordán. Descartó el viejo el negocio;era muy lejos ese paraje y a su edad no estaba para esos “trotes”. Esto que oye el vástago,e inmediatamente se ofrece para esa tarea. El, los compraría baratos y personalmente los traería.
Antes de cerrar la carnicería, saco don Luis, del bolsillo del ensangrentado delantal y le entregó a éste, que se ofrecía como soporte de su vejez, trescientos arrugados pesos.
Camino a la casa, se encontró Manuel a Lucio Marín, quien lo invitó a un aguardiente y… “eso fuimos en esta vida”. A las once de la noche después de llevar serenata cayó en cuenta Manuel del “hueco” que le había hecho al “principal” y armó el plan. ¡Préstame Lucio el caballo de tu papá que no soy capaz de ir a pie en este guayabo!
Sacó Lucio el cabezal y de la manga, pequeño potrero urbano,  que todo rico de pueblo debía tener, sacaron el caballo. La madre de Lucio, les armó cena para que no fueran a pasar trabajos y salieron. Manuel pidió la silla para el viaje de ida, pues al regreso, le tocaba arriar los marranos.
 Ya Manuel con las riendas del caballo en la mano cambio de rumbo y se dirigió al paraje el Chocó donde tres horas más tarde cogió una escalera para Medellín. Dejando a Lucio con la única alternativa de regresarse sólo en el caballo.  
¡Ojitos que te vuelvan a ver! El cómplice del delito llegó a San Carlos, con el compromiso de no contar el camino que había cogido, el ahora prófugo.
Pero “todo se sabe en la Viña del Señor” y pronto llegó a San Carlos la noticia, de que Manuel estaba muy bien instalado con un restaurante que había “pisado”, con lo que le sobró de la beba. Se consiguió una moza y puso a trabajar un paisano “descolocado”, como cocinero.
Con todo el que salía para Medellín, le mandaba razón don Luis a Manuel, que no se fuera a aparecer por el Pueblo, que ya le había quitado el apellido y estaba desheredado.
Rápidamente, la salud del decepcionado anciano se deterioró y cayó a la cama moribundo.
Temerosas las hijas de que su padre fuera a morir en pecado mortal de ira, lo que lo tiraría “ipso facto” a la “paila mocha”,  le preguntaron al viejo, que si mandaban por Manuel para que lo perdonara y le diera la bendición. Después de la “extremaunción” y “los santos óleos”, era lo único que las hijas veían como obstáculo para la entrada al Cielo, de este que sería un nuevo San Luis.
¡Que venga, contestó el agonizante anciano,pero con la condición de que traiga los trescientos pesos, para que pague siquiera mi entierro!     

Benicio Uribe E.
Marzo 9 de 2011.                    

Momias, magnates y museos

Momias, Magnates y Museos.

Los sacerdotes egipcios desarrollaron  técnicas para  embalsamar cadáveres y vendieron esta habilidad, como el mecanismo para hacer buen transito a la otra vida o sea la eterna y las convirtieron en un excelente negocio, mediante el cual recibían jugosos ingresos,  por preparar egipcios acaudalados para el ¨último viaje¨. Expandieron además una creencia según la cual, la calidad de la preparación del cadáver sería motivo de satisfacción y orgullo del “alma”  del extinto en su nueva vida.  

En los procesos de construcción de vías, edificios y toda clase de obras de infraestructura moderna, muchas momias han sido encontradas en avanzado estado de deterioro y los charlatanes gozan hablando de posibles reclamos de los herederos.

Los nuevos habitantes de Egipto, poco respetuosos de creencias antiguas montaron también su negocio con las momias. Extrayéndolas de los sepulcros, saqueándolas de los objetos de valor, que sus antepasados habían destinado para el viaje y ofreciendo en venta de manera pública, a curiosos el ataúd y la mortaja.

Un rico turista americano, se encontró en una de las ciudades egipcias, con la venta en las calles de estos extraños objetos. Seguro de que en su tierra no le creerían tan extraña historia sino aportaba pruebas fehacientes, decidió comprar algunas de esas reliquias, para llevarlas a su Patria y convencer así a sus amigos de la veracidad de lo que hababa.

Después de una larga travesía en barco y luego en tren por los EEUU, llegaron las momias al estado de Colorado. Las instaló su ufano dueño, en un salón de su residencia, ubicada en un pequeño pueblo al sur de Denver, la capital del estado y las exhibió a sus amigos y millares de curiosos.

Pasada la curiosidad inicial, entregó las Momias a un pequeño museo de la localidad y allí permanecieron por mucho tiempo, hasta que pasaron a manos del Museo De Historia Natural de la ciudad de Denver, donde con otros objetos, traídos también del viejo Egipto, tales como pinzas para extraer la masa cerebral, vía fosas nasales, recipientes para depositar vísceras y las mencionadas masas y objetos característicos del ritual y la cultura  constituyeron la galería Egipcia, una de las más exitosas  de ese importante centro cultural.

Afortunadamente hasta en eso nos hemos modernizado. El viaje a la otra vida es hoy cosa más sencilla, sobre todo para quienes de tiempo atrás, tenemos asegurada la Visa al Cielo, con “las indulgencias plenarias”, que hemos ganado. Incluso, el cuerpo lo dejaremos acá sin intoxicar con preservantes, prestando el buen servicio de alimentar árboles y gusanos.

Benicio Uribe E.