martes, 16 de octubre de 2012

Hispania, su fundación. 
En su libro Samania , del cual se editaron unos pocos ejemplares para la familia, nos cuenta, Gonzalo Correa Restrepo, nieto de Don Teodosio Correa, que su abuelo hizo un pacto con la Virgen de las Mercedes, mediante el cual, si ella lo liberaba de una penosa gastritis que lo atormentaba hacía muchos años, él le construiría un santuario. Una mañana se levantó el patriarca y le dijo a Ifigenia, cocinera de toda la vida que le preparara un desayuno similar al que les preparaba a los arrieros, que se prevenían desde la mañana para sus duras y largas jornadas. A pesar de los aspavientos de la fiel empleada, el pesado desayuno se consumó y sirvió para comprobar que el mal había desaparecido.

Hombre de palabra y devoto fiel, don Teodosio procedió a cumplir su compromiso y en compañía de su mayordomo Alfredo Granda, procedió a señalar con un zurriago el sitio escogido.

La idea del santuario se convirtió en capilla, que terminó en Iglesia, cuyos planos encargó a un ingeniero alemán, que dice el señor Gonzalo, estaba construyendo alguna obra pública en la región. El mismo don Teodosio, animado con el proyecto, diseñó el plano de lo que sería el pueblo. A las amplias calles que desde un principio marcó, pensando que podría llegar a ser una urbe importante, les dio nombres de ciudades europeas y separó para donar los lotes de la plaza, escuela, centro de salud, hospital y cementerio.

De su propiedad, que empezaba por el oriente en El Silencio y se extendía hasta San Joaquín: ”Eligió una faja de tierra ubicada en un área de suave topografía, abrazada por los ríos San Juan y Pedral”, en la finca La Bodega, precisa el nieto.

Cuentan Alberto Mejía y Eloy Cortez, que la Iglesia recibió un gran impulso con los adobes donados por el propietario de la finca el Arenillo, señor Antonio José Correa, que desistió de construir una inmensa mansión y la mando tumbar cuando apenas estaba en obra negra, pues esté señor tío del actual rector de la Universidad de Antioquia, Alberto Uribe Correa se quebró haciendo política en Andes.

Los lotes vendidos baratos, para impulsar el crecimiento del pueblo y regalados a sus trabajadores y en algunos casos con préstamo incluido para la construcción, fueron origen del municipio que hoy disfrutamos.

Don Antonio Correa y su esposa Alicia Restrepo, vivieron los muchos años, de su matrimonio, en la llamada Casa Grande, ubicada en la manzana de la iglesia detrás de la casa de dos pisos que fue de la familia Avendaño y uno de cuyos costados daba con el altar mayor. Allí nacieron sus catorce hijos, a la mayoría de los cuales les dio la bienvenida al mundo Toña Rojas, la partera del caserío y que aprendieron a comer por cuenta de la Mona Rivera, encargada de la cocina.

La Casa Grande, al igual que la de la familia Avendaño, desaparecieron, víctimas de la enfermedad que nos impulsa a destruir todo nuestro patrimonio histórico.

Tan importantes como su iglesia son los majestuosos samanes, el primero de los cuales sembró en la esquina diagonal a la Alcaldía, el educador Gonzalo Jiménez. Pueblo de origen agrícola y campesino debe su crecimiento inicial al ocaso de su producción agrícola, que desplazó las familias del campo. Primero se acabó el cultivo del tabaco, que le dio su primer ciclo de esplendor, con importantes fábricas como la de Rosendo Herrera y la de la familia Trujillo y llegó a tener oficina nacional para el recaudo del famoso impuesto al tabaco. Más tarde la yuca que agotó sus suelos y finalmente la caña y el café.

Desaparecieron en este proceso treintaisiete casas de aparceros en Zarzagueta, más de cincuenta en El Silencio, además de las de San Joaquín, Potrerillo y La Pubenza, muchas de estas familias se lograron ubicar en el actual casco urbano y otras mucha viajaron a buscar suerte especialmente a Medellín.

La Hispania de hoy, la querida Samania se revuelca en busca de nuevos caminos para su progreso y sobre todo una nueva camada de emprendedores, que se echen el hombro ese compromiso. Sin destruir la paz y sosiego construida por quienes siempre han sido sus pacíficos moradores.

Benicio Uribe E.

Hispania, Octubre 13 de 2012.