viernes, 20 de mayo de 2011

Fantasma, Grabiel Botija y otros.

Fantasma,Gabriel Botija y otros.
Agradecimientos.
Por sus aportes a:
Sergio Restrepo, Jairo Rin, Eduardo Posada y Mario Uribe.
Celebra, el Municipio de Andes, desde mediados del siglo pasado, con mucho alboroto, la llamada Bienal Katía. Bien por la primera parte del nombre, pero me atrevo a decir que de Katía, sólo queda, que ocasionalmente, unos pocos aborígenes aparezcan con su vestimenta autóctona, en algunas comparsas, de lo poco de cultural, que ahora tienen las tradicionales carnestolendas. Cada vez eso sí, es más frecuente la presencia de yagaries y tascones confundidos en la turba de festejantes.
Me refiero a las que me tocaron, que tenían de diferentes a las de hoy, que representaban un más alto porcentaje de la parranda anual. Pues por aquellas calendas, era demasiado complicada la presencia de artistas de renombre, los equipos de sonido y toda la parafernalia que alrededor de estos eventos se mueve.
Era frecuente y objeto de burla, ver la llegada de artistas de renombre “mas empolvados que cucaracha de panadería” en épocas de verano o embarrados “de la cola hasta la crin”, después de transboradar, tres o cuatro veces por derrumbes y llegar encaramados, en el capacete de una “línea” o camión de escalera, cuando no les tocaba en el “volcó” de la legendaria “tres putas”, de propiedad de un reconocido joven del pueblo, en cuya cabina se decía, paseó, más de una de aquellas damas. El flamante automóvil, último modelo, en que salían, chicaneando los artistas de Medellín, quedaba atascado en el primer revuelo.
Una sacudida de un sombrero de charro mexicano, para liberarlo del polvo, al frente del hotel Don Camilo, era semejante a una tormenta de arena en el desierto y la garganta había que empezar a “destaquiarla”, con el etílico preferido y hubo momentos en que alguien sugirió el “Diablo Rojo”. Hasta escupían adobes los pobres artistas. De los “equipos de sonido” ni hablar.
Hoy es “pilado” y las fiestas son casi semanales. Los “grandes artistas”, (Pipes, Nachos, Luchos, Chachos, Chuchos), ahora pululan y la enorme competencia en los grandes centros urbanos, los obliga a desplazarse a las parroquias pueblerinas casi semanalmente. Se han vuelto hasta cansones, mejor dicho, se perdió la gracia.
Desde uno o dos meses antes, empezaban los populares reinados, competencia entre dos o tres jóvenes bellas y avispadas para conseguir recursos, en bailes, bingos, riñas de gallos y toda clase de espectáculo ; lo cual nos iba entrando en confianza; algo así como las prácticas de calentamiento, para la Maratón Etílica, que significaba la semana principal del evento.
La niña que más dinero recogía para la obra social, a la que se dedicaban las fiestas, se proclamaba como nueva “Reina Katía”, en solemne ceremonia en el hermoso y hoy desaparecido teatro Minerva y seguida elegantísima fiesta en el Club La Rochela. Con discurso de fondo de algún personaje importante de la vida nacional.
Pues sí, “llegaba hasta el perro y el gato”. Pero especialmente debo destacar que había “carrumberos” especializados. Personajes que “eran perros de toda boda”, no se perdían media. Iban como gitanos recorriendo pueblo por pueblo, hacia donde se anunciase carnaval. Algunos servían para calificar el evento: “Fiestas sin Fabio el Sordo y sin la Paleta no son fiestas” se oyó decir.
Los había especializados en “jugarretas”. “Perros” de profesión, personajes curtidos en el arte de la trampa y la ventaja, para limpiar los bolsillos a incautos, que ilusionados por los fajos de billetes, que les tallaban en las mesas o por la “carnada” que les tiraban, dejándolos ganar una que otra “paradita”.
Con la disculpa de recoger recursos para el hospital o cualquier otra obra social, se hacía un “remate” de los juegos de las fiestas. De tal manera, que por unos pocos pesos frente al tamaño del negocio, se expedía “patente de corso” a esa “perramenta”, especializada en dejar campesinos bisoños en estas artes o “marranos”, como ellos mismos los llamaban, “más pelados que culo de angelito”.
Llegaban además caballistas, personas que aprovechaban estos eventos para disfrutar y lucir sus equinos, por ejemplo debo referirme aquí a Don Eduardo y Dario Posada, manejaban muy bien “el pico y placa”: cuando no estaba parrandiando el uno, lo hacía el otro. Poseían y cuidaban, una cuadra de equinos bien adiestrados, en la dura tarea de pasar una semana rastrillando en las calles, montando damas al anca, exhibiendo sus andares, en fin. El que quedaba en la casa “estaba en cuido”, asimilando a humanos esta expresión, que señalaba el tratamiento al equino, que se preparaba o debía reponerse del trajín de unas fiestas.
Pues sí, hoy las fiestas consisten en oír unos locos gritando y haciendo bulla toda la noche en una tarima. Por aquella época, el evento central era la cabalgata. Se ensillaba cuanto “guelengue” había, “hasta el palo de la escoba”. Y se evaluaba el disfrute de las fiestas de acuerdo al número de horas que se hubiera pasado “horqueteado” en un “táparo”. Y el día se desenguayababa en agradables tertulias, que continuaban cuando los caballos iban a pesebrera.
Los “binomios”, como hoy llaman el conjunto de caballo y jinete, empezaban a salir al caer la tarde; entrada la noche se convertía en trinomio si una mozuela subía al anca; inclusive si el caballo se orientaba a los “extramuros” del pueblo, a los nueve meses podía terminar la montada en “polinomio”.
Nacido Gabriel Gonzalez, en Concordia, en el seno de una rica familia, pues en esa época las fortunas todavía no tenían que ser divididas por denominadoras entre quince y veinticinco, que eran los vástagos de aquellas familias sin televisión, tomó el nombre artístico de Botija, con el cual hizo historia. Con la fortuna y educación que recibió, salió a disfrutar el mundo.
Lo de Botija le viene, según algunos historiadores como mi amigo, estudioso y conocedor de la historia del Suroeste, el concordiano Sergio Restrepo, de que su padre fue dueño de una finca en las laderas de Cauca así llamada. A otros, más lógico nos pareció el apodo, por la costumbre de perderse de la mesa en que estaba tomando aguardiente, pasar por la farmacia y tomarse una botija de aceite cristal, lo cual lo dejaba como nuevo para seguir la rumba. Además de que aprovechaba para retocar su impecable peinado.
No hizo carrera el apodo de Carequeso, por lo ruñido que quedó de una viruela infantil, que algunos quisieron ponerle también de remoquete.
Lo lanzó a la fama, el hecho de haberse hecho propietario en una feria de Armenia Mantequilla, del excelente caballo llamado Fantasma. Hermoso trotón galopero, dueño de la fama equina antes de la aparición de Don Danilo. Con Fantasma se recorrió, todas las plazas, en ferias y carnavales y le hacían corrillo donde llegaba.
Tan elegante como su caballo, terminaba parranda en encopetados clubes y mansiones de gamonales de pueblo y aún del elegante Barrio Prado de la joven Bella Villa, donde siempre era bien recibido gracias a sus refinados modales, su culta manera de expresarse y especialmente el trato elegante y saleroso para las damas.
La llegada de Fantasma y Botija y su comitiva, ponía en acción a los pueblos del Suroeste e importantes ciudades como Ibagué, Armenia, Tulua, Manizales y otras. El acompasado y recio Tac,Tac de los cascos invitaba a los curiosos a hacer calle de honor y llenaba los balcones. Especialmente las bellas jóvenes casamenteras, corrían a rebuscarse la mejor “percha” y dejarse ver de “Don Gabriel” a ver si les “daba una montadita”. Aclaro que en Fantasma, porque sé que muchos de ustedes son muy mal pensados.
Cuando hablo de comitiva me refiero a su hija Marta, encargada de exhibir a Fantasma y recibir los trofeos, un numeroso grupo de amigos, algunos como los hermanos Gilberto y Ernesto Garcez Soto sabedores de que andar con Botija era tener puertas abiertas a lo mejor de la fiesta, otros conocedores de su amplitud en el gasto y lo bien surtido de su carriel, lo seguían a todas partes.
Recuerda Jairo Toro, conocido por su nombre artístico de Jairo Rin, estas pragmáticas recomendaciones de Botija:
Vaya a la fija mijo:
Salga pa´ carretera en Toyota.
De vuelta a finca en mula
Cace con metralleta,
Pesque con taco.
Beba con putas
Ya entrado Botija en años pero todavía alegre y dueño de excelente chispa y agradable conversación llegó a unas fiestas a Andes y allí, en compañía de Don Alfonso Mejía Vallejo y otros amigos, hicimos barra para parrandiarnos una Bienal Katía entera. Cabalgatas, bailes, desfiles, serenatas, todo lo disfrutamos.
Tan contento estaba don Alfonso Mejía, en Andes, que cuando llegó el conductor de su señora con el encargo de recogerlo y llevarlo a Medellín. Lo devolvió con esta razón: dígale que igual que Salvador Allende, “yo salgo de aquí en un cajón de pino y con los pies para adelante”.
Yo se que en todas partes tuvieron “paletas”. De leche y coco, de chocolate, de mora, de toda clase de fruta, hasta de limón; pero paletas de “carne y hueso”, sólo tuvimos en Andes. Simpáticas, alegres y bonitas. Elvia y Toño nos sorprendían cada año con una nueva. A pesar a que algunos años, porque eso sí, Elvia, era “añera”, se dañaba la saca y salían con un Gordo, un Mono, un Chicharro, o un Cogote, es decir un paleto macho. Pero bueno, aceptemos que estos también eran necesarios para el público femenino.
Dálila, La Paleta por antonomasia, una de las las mayores, por lo franca y directa en el hablar, por lo descomplicada e irreverente, por sus inteligentes apuntes, hizo historia. Diría que alcanzó a ser novelable.
Una radiante mañana de fiestas, por el frente de la mesa en del Café Regina, en que los de la mencionada barra, calmábamos guayabo, pasó la susodicha Dálila: Vestido rojo completo, chaqueta y pantalón forrado, hermosa camisa de encaje. Pelo amarrado con cinta y moño del mismo color. Un bizcocho diríamos hoy.
Botija que la alcanza a ver y se deja venir, con uno de sus subidos y floridos piropos, que a pesar de lo canchera y lo acostumbrada a ello, que estaba la dama de marras, la hizo ruborizar.
Lo miró de medio lado, puso la mano en jarra, paró la bella nalga apuntalada en los dedos del pie derecho y en tono fuerte le dijo: ve este viejo, acabado, carirruñido…..pa´ lo que servirá.
Se paró Botija con mucha ceremonia, enderezó su sombrero, tomó aire por su torcida nariz, con una mano en el pecho y señalando a la Paleta con la otra le dijo: Pues vea usted señora, yo no seré ninguna metralleta. ¡Pero su balacito si se lo pego!
Benicio Uribe E.
Medellín, Mayo 17 de 2011.
Posdata: Botija no hizo bien las cuentas y acabó primero con la plata que con la vida. Por lo que tuvo una vejez difícil. Murió en Medellín, a finales del siglo pasado. Después lo siguió su esposa Cristina Villa, insigne matrona también de Concordia, que amó y entendió este simpático y querido loco.

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